viernes, 27 de noviembre de 2009

Lo "real" y el anarquismo


Lo “Real” y el anarquismo

Salimos a la calle con la vista puesta en las personas, el asfalto, las casas, los vehículos, algún árbol encerrado en la campaña política de algún alcalde, casi podemos ver nuestras narices pero nunca más allá. El campo visual se hace más estrecho, parece atraparnos; entonces escuchamos bocinas, vozarrones, vórtices de sonidos. Lo mismo respecto a los demás sentidos nos hace caer en un vacío que la publicidad y los noticieros tratan de rellenar: palabras, frases, imágenes, signos, situaciones, que calzan tan bien en algunxs como la brea a las pistas.

Cabe preguntarse si lo que vemos en el espejo somos nosotrxs mismxs o simplemente alguna proyección maquiavélica y orquestada. Si la Realidad, monolito de piedra incluso para algunos “revolucionarios”, existe tal cual como nuestros sentidos la reconocen. Como anarquistas conviene en definitiva echar a cabo el, en palabras de Léo Scheer, desmontaje del terror, una hiperrealidad que se instala como una mercancía a consumir en el simulacro, el espectáculo y la teatralidad. El poder político ha hallado ya su más eficiente disuasivo, la aceptación de la Realidad.

Tampoco pretendo escamotear en el significado o en las variables filosóficas del término, más bien sugiero el abordaje de las distintas aristas de lo que el Sistema pone frente a nuestros ojos. “Es la Realidad, y no puede hacerse nada”, es una frase comúnmente usada para abrocharnos los cinturones del status quo, para movernos al ritmo de las canciones de moda, para aligerarnos del peso de los sueños, para compungirnos y resignarnos, para llevar un reloj en la muñeca, para leer manuales que rijan en nuestras vidas. Los funcionarios de la policía de la Realidad se apoyan en este discurso mágico, en esta invariabilidad de los contenidos, con algo parecido al anonadamiento y que Scheer describe muy bien en La sociedad sin amo: “Uno de los elementos constitutivos de esa técnica es el anonadamiento (...). (Este) consiste en hacer funcionar una realidad inaceptable para el sujeto que la recibe”. Describe muy bien la caída de los sujetos y el ahogo de los individuos en los campos de concentración nazi, donde esta realidad es radical, “indica al sujeto que no existe y que su única vocación es concretar esta inexistencia muriendo”. La Realidad es aceptada radicalmente mostrando al sujeto como incompatible con el proyecto social del Estado y que, en consecuencia, tiene que cambiar de personalidad. O va a morir.

Aquel tipo de Estado basaba su poder en la destructibilidad de los sujetos hasta el punto de concretizar con creces sus objetivos. Con respecto a los Estados modernos, éstos efectúan mecanismos sofocantes cargados de teledirección y virtualidad mediática. Reparten sobres con nuestras vidas empaquetadas y trazadas e invitaciones para no quebrar la brecha nunca jamás. No mirar más allá es la consigna, no cuestionar. Una pretendida sutileza es su mejor arma, cargada, dicho se de paso, con balas reales. La gran masa numerada entiende aquella convención (La Realidad) como omnipresente y válida de por sí, y ya no sería necesaria promover la conducta de rebaño ni técnicas flagrantemente violentas. Lxs que escapamos de su Verdad, lxs desadaptadxs, tendremos los correctivos necesarios: ráfagas de Realidad, Leyes, correctivos, etc; pero también asumiremos las aseveraciones lacerantes de los que, empachados de Hegel y Marx, arguyen que: “Todo lo real es racional y todo lo racional es real”.

¿Alguien se ha puesto ha pensar en dónde reside la fuerza de los que detentan el poder político, de los administradores del Capital? Se ha dicho más de una vez que el anarquismo (o la anarquía) requiere –y parte- de un cambio individual que modifique las estructuras radicalmente del sistema para devenir en una sociedad sin clases o radicalmente distinta con la libertad como valor inquebrantable. Entonces qué mejor que pensar en otras sintonías, que albergar multiplicidades (emocionales y psíquicas), que ser capaces de re-crear otras realidades. La vida merece la pena cuando escapa de la Realidad y de los bribones que quieren que la aceptemos, tampoco se parece a un libro guardado en una biblioteca. “En un libro, como en cualquier otra cosa, hay líneas de articulación o segmentaridad, estratos, territorialidades; pero también líneas de fuga, movimientos de desterritorialización y de desestratificación”, dicen Gilles Deleuze y Félix Guattari cuando se trata de hacer rizoma con la vida. Somos más que líneas de fuga, somos puntos de fuga dispuestos a querer cumplir los buenos deseos de Bakunin cuando decía que las revoluciones se realizan con tres cuartos de fantasía y por un cuarto de realidad. Los imperativos de la dictadura de la realidad se quiebran exigiendo lo irreal, es por ahí donde se comienza, siendo capaces de resquebrajar los vidrios de su espejo real que no nos cuadra bien.

Sí, lo sé, el anarquismo ha sido racionalista (a nivel de teoría y hermeneútica) durante años de años, pues se basó circunstancialmente en una explicación lógica de la realidad, confiando en la capacidad de la razón humana para comprender la Realidad, pero más aún ha servido la voluntad de la acción humana para transformarla a partir de ideales aparentemente irracionales. Decían los surrealistas: “El sueño y la revolución están hechos para no pactar, no para excluirse. Soñar con la revolución no es renunciar a ella, sino hacerla doblemente y sin reservas mentales”. Sueño, deseo, juego, irrealidad, quiebre, fantasía, todo lo le pueda sacar la vuelta al Estado de cosas actual es bien recibido. Henry Lefebvre argumentó alguna vez que la conciencia de la desgracia suponía la conciencia de algo distinto (de una vida distinta) de la existencia “Real” desgraciada. Y la conciencia de ese algo va más allá de los categóricos hegelianos, pues navega en la libertad. David Cooper y la antipsiquiatría sabían por demás ello, por lo cual promovían la creciente posibilidad de desprendimiento y alteración de la serie sistematizada de ilusiones a las que estamos condicionados a considerar como Realidad. La liberación de lo ilusorio le confiere a uno más libertad de acción en el mundo y de ampliación de la liberación a todas las esferas de lo que es humano.

La locura y la fiesta entonces sean bienvenidas y no condenadas. Y, cómo no, lo desconocido, como bien apunta el manifiesto de Ai Ferri Corti que pretende romper con la Realidad y lo existente, “lo desconocido de ambientes en los cuales perderse, de pensamientos jamás recorridos, de garantías que saltan por el aire, de perfectos desconocidos a quienes regalar la vida”, el riesgo de verlo todo con otros ojos, con otros sentidos, la esencia insurreccional que muchxs no acaban de comprender. A cada segundo podemos alterar la Realidad unidireccional del “Desear no existe, aceptar sí existe”, meros referentes reaccionarios y cotidianos.

Este es un simple llamado a la organización de los deseos y a la re-creación de la vida.

Lucho Desobediencia

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