domingo, 15 de noviembre de 2009

¿Lucha de clases?


¿LUCHA DE CLASES?


Cuesta desembarazarse de las palabras, mas aún, si es que éstas forman, a su vez, viejas y gastadas consignas políticas. Esto es lo que sucede con la llamada “lucha de clases”, pues a mi consideración se debe desmitificar ciertas gastadas consignas que devienen totalitarias y fortalecer los múltiples caminos que se recorren, enfrentando los poderes desde una perspectiva libertaria. Ojalá logre expresarme con claridad, pues siempre está el “peligro” de ser tachado como un “pequeñoburgués” o un “agente de la CIA”, cuestión que, tampoco me quita el sueño y que mela tomaría risueñamente.

Son innegables los aportes revolucionarios de Marx, Proudhon, Bakunin o Kropotkin, teóricos y prácticos; pero trabajar en base a sus postulados, cual anquilosada biblia, sería más que riesgoso; teniendo en consideración que ahora, muchas veces, el enemigo se presenta hasta invisible; o en otros casos con máscaras espectaculares. Es difícil aceptarlo, pero los dioses decimonónicos y barbudos han muerto y es hora de crear la revolución desde todas las perspectivas posibles y en todos los campos inimaginables donde se pueda subvertir algún pensamiento o situación y, en donde, aún, los disidentes seamos capaces de sonreír.

Es preciso abordar el tema críticamente, exentos de cualquier tipo de ingenuidad como la de creer que la revolución seria tomar algún “palacio de invierno”, sin pensar que el poder se encuentra disgregado en las relaciones mismas y no se encuentra acumulado en parte alguna. Michel Foucault llamó a éstas, “redes de poder”, relaciones que cierto marxismo académico percibe con simpleza y de manera un poco esquemática, pues se utiliza frecuentemente la oposición clase dominante/clase dominada, discurso dominante/ discurso dominado, etc; pero, incluso, el propio Marx habría sido demasiado astuto como para poder admitir esto, pues “el sabia perfectamente que lo que hace la solidez de las relaciones de poder es que ellas no terminan jamás, que no hay de un lado algunos y del otro lado muchos; ellas la atraviesan en todos lados; la clase obrera retransmite relaciones de poder, ejerce relaciones de poder.”1

Por otro lado, Karl Marx argumentaba: “La lucha de clases es el motor de la historia” y tomaba del mundo espectral de Hegel lo siguiente: “el enfrentamiento del proletariado con la burguesía culminará en una síntesis: La sociedad comunista sin clases”, sin comprender que en la historia no existen acontecimientos ineludibles, sino solo condiciones que son toleradas y que desaparecen en cuanto los hombres comprenden sus causas y se rebelan contra ellas. El autodidacta alemán Rudolf Rocker consideraba que Marx analizó la sociedad capitalista a su manera y puso en ello mucho ingenio y un enorme saber, pero que a falta de fuerza creadora propia, “ha enredado el espíritu de sus adeptos en la fina red de una dialéctica astuta que apenas deja ver en la historia, fuera de la economía, cosa alguna, y les impide cualquier observación mas honda en el mundo de los acontecimientos sociales.”2

Además, esta dialéctica no es absoluta, pues no todo se enfrenta, y mucho menos todo enfrentamiento se resuelve necesariamente en una unificación.

Lo más peligroso de este mecanismo “objetivo” y totalizante sería su arraigo en grupos anarquistas de corte clásico que podrían proponer a una “clase” como portadora privilegiada del “saber revolucionario”, una clase entendida como un ente superior a la persona y en busca de una “misión histórica” que cumplir.3

No nos molestemos en seguir interpretando a Marx, pues si exceptuamos su trabajo económico (que, a pesar de todo, pareciera inconcluso), Marx no intentó dar una clarificación en plena escala, y fijada por escrito, de sus ideas. El concepto de “dictadura de proletariado” (empleado solo en tres ocasiones), no quedó definido con mucha precisión y en algunos de sus escritos pareciera tener un sentido distinto del que resulta de otros. Además, si seguimos escarbando los escritos de Marx nos podemos dar con la sorpresa de algunas simplezas en su razonamiento como su conceptualización del anarquismo como “bazofia de trozos tomados de Proudhon, Saint Simon y otros”4

La historia del capitalismo es la historia de la lucha de clases. No olvidemos esto. Tanto la burguesía como el proletariado son clases constitutivas del capitalismo y, por tanto, una clase social no puede resultar revolucionaria, asumir aquella “identidad de clase” seria asumir la del sistema que la crea y determina. Es necesaria, entonces, la subversión de los modelos abstractos secretados por el capitalismo y que permanecen garantizados, aún, por algunos teóricos marxistas en calidad de absoluto. Solo que en este caso las “condiciones de producción” han asumido el papel de aquel “espíritu absoluto” hegeliano. Todo el mundo sabe que las condiciones económicas tienen una influencia en la transformación de las condiciones sociales; pero es mucho más importante el modo como reaccionan los seres humanos, en su pensamiento y en su acción, sobre esa influencia, y los pasos que se deciden tomar para una verdadera transformación libertaria.

Fuera de toda rigidez teórica, se situó Errico Malatesta, quien nunca daba valor absoluto o exclusivo a una afirmación de principio, a una norma de conducta práctica. El sabia del peligro de caer en ideas deterministas y totalizadoras o en sistemas preconcebidos, pues comprendía que toda teoría y todo método tenían para él,
valor, no tanto por si mismos en la letra fría, cuanto por el espíritu en relación con los hechos, con las circunstancias, con las necesidades de lucha. Malatesta, en un pricipio ligado al comunismo, pronto se dio cuenta del dogmatismo de éste, combatiendo las ideas Marxistas y desembarazandose completamente de aquel determinismo autoritario.

Herbert Marcuse, en una conferencia a fines de los sesentas en la universidad libre de Berlín; advertía que si Marx había visto en el proletariado a la clase revolucionaria, “ello se debe entre otras cosas, y acaso ante todo, a que el proletariado estaba libre de las necesidades represivas de la sociedad capitalista, a que en el proletariado se podían desarrollar las nuevas necesidades de libertad, que no estaban ahogadas por las viejas necesidades dominantes. Hoy eso no ocurre. La clase trabajadora no representa ya la clase que niega las necesidades capitalistas existentes”.5 Esto, porque, en muchos casos los trabajadores reabsorben mas o menos pasivamente los modelos sociales dominantes, las actitudes y los sistemas de valor mistificadores de la propia burguesía, reproduciendo por su propia cuenta objetos institucionales opresores, como la familia conyugal y lo que esto implica o, también su apego a la patria con su inevitable resabio de racismo.

En todo caso, en los tiempos actuales la historia ha cambiado más aún, algunos consideran, siempre, en esa simplificación de las oposiciones, a los burgueses frente a los proletarios, a los explotados frente a los explotadores, etc; en forma acrítica y muchas veces sin saber exactamente quienes conforman los dos bandos. Pero, muchas veces olvidan que un individuo puede elevarse sobre el condicionamiento de su supuesta clase, como Marx, Kropotkin o Gonzáles Prada. Actualmente el dinero de las multinacionales estaría circulando por vía Internet, pero se sigue pensando que el enemigo es un “tigre de papel” y se va buscando el “botín” para destruirlo; pero nunca falta un astuto disidente lleno de rabia o un adecuado Hacker. Es que surgen nuevos caminos de libertad y rebelión, libres de cualquier determinismo, que nos moverían, incluso, a revolucionar la propia vida cotidiana.

La revolución sobrepasa, o debería hacerlo, el asunto estrictamente económico o el político- militar; para llevarnos a una saludable heterogeneidad de luchas, las cuales deben estar por encima de cualquier inevitable ley histórica o de cualquier partido o grupo que pretenda poseer la “conciencia o el programa que salvará al mundo”. Finalmente, recordar que, en un inicio, el anarquismo estaba plagado de insuficiencias y rasgos autoritarios, y lamentablemente, todavía hoy continua teniéndolos; pero, en perspectiva de un anarquismo crítico, de lo que se trata es de mejorarlo, librándolo progresivamente de sus contenidos autoritarios para alejarnos de la ideología dominante, “que se nos mete por la piel, que habla de sí misma en nosotros mismos, que, a nuestro pesar, nos lleva a cometer las peores cochinadas, las peores repeticiones, y tiende a hacer que siempre caigamos derrotados sobre los mismos caminos ya trillados.”6




NOTAS

1-Texto desgrabado de una conferencia dada por Michel Foucault en 1976 en Brasil. Publicada en la revista anarquista Barbarie, No 4 y 5 (1981-2), San Salvador de Bahía, Brasil.
2-ROCKER, Rudolf. Nacionalismo y cultura. Madrid, Ediciones de La Piqueta, 1977.
3-Concepción histórica que Hegel “legó” a Marx. Es así que Hegel es considerado el moderno creador de la teoría del destino fatal, que vería, en todo proceso de la historia, una “necesidad histórica”, en todo objetivo que se propone el hombre, una “misión histórica” de un pueblo, una raza o clase. Fatalismo que obra castradoramente sobre el individuo.
4-C. Marx. Carta de C. Marx a F. Bolte (Londres, 23 de Noviembre de 1871). C. Marx y F. Engels. Obras escogidas en dos tomos, ed. en español, t. 2, pág. 470, Moscú, 1966.
5-MARCUSE, Herbert. El final de la utopía. Barcelona, Ariel, 1981.
6-GUATTARI, Félix. Psicoanálisis y transversalidad. Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.

Lucho Desobediencia

1 comentario:

  1. No solo resuenan los gritos de guerra comunistas llamando a la Lucha de clases, tambien los anarquistas con su Guerra/revolucion social, incluso aveces todos juntos.. Eso me recuerda a Nietzsche y su: "cristianos y anarquistas son decadentes", tan cierto en tanto cristianos y anarquistas redimen su culpa en alguien mas o en ellos mismos, aleatoriamente.
    Soltar los prejuicios, las viejas telarañas, afeitarle la barba al dios, hace falta.

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