jueves, 19 de noviembre de 2009

Acerca de Film d´Amore e d´Anarchia


Acerca del amor y de la anarquía
Sobre Film d´Amore e d´Anarchia de Lina Wertmuller


Lina Wertmuller procura darle un vistazo cinematográfico al espinoso tópico de las relaciones humanas y la militancia en su clásico Film d´Amore e d´Anarchia de 1973. Se trata de una suerte de tragicomedia mezcla de ficción histórica enmarañada del contexto social que rodeó al régimen fascista de Mussolini y de aquella escuela de comedia italiana de los sesentas y setentas. El resultado es muy alentador pues supo desacralizar, incluso, la santa militancia anarquista italiana para ofrecernos un vistazo a veces descarnado y a veces malicioso. Lo humano, en relación al anarquismo, queda al descubierto en el desarrollo de temas como el amor y la militancia, la prostitución y la mujer-objeto, el fascismo y lo tocante en relación al anarquista dinamitero-asesino (en este caso con arma de fuego).

Wertmuller parte de hechos concretos: los varios intentos de asesinar a Mussolini por cuenta y riesgo de anarquistas como Michele Schirru u otros intentos antifascistas de hombres como Anteo Zamboni, víctima de una turba fascista en 1926. Tonino es el personaje principal de ficción, interpretado impecablemente por Giancarlo Giannini, que guardaría sus recuerdos de infancia cuando escuchaba las conversaciones de los adultos refiriéndose al anarquismo, uno de ellos es Michele Sgaravento, cuyo idealismo marcaría al joven Tonino. Años más tarde, el asesinato de Sgaravento a manos de los fascistas, que acaba con su objetivo de matar a Mussolini, provoca en Tonino, ya maduro, el deseo de vengar la muerte de su mentor: jura consumar el atentado inconcluso. Salomé, prostituta a la vez que vivaz anarquista, es la compañera que lo ayudará a cumplir semejante empresa. Desde aquel burdel, el de Salomé, Tonino dispararía con una bala con las iniciales: B. M. Solamente habría que esperar el día indicado, cuando el duce pase por la avenida aledaña para efectuar la solemne misión. Salomé se convierte en pieza clave al contar dentro de su “selecta” clientela con el burócrata fascista Spatoletti quien le da información importante para la concreción del atentado. Este personaje caricaturizado adrede y con no pocos momentos de absurdo pavoneo machista parece ser parte de la arquitectura fascista mastodóntica que domina las secuencias cuando éste pretende esclarecer su credo. Lo que sí sería cierto y que muchos críticos de la película aclaran es que la descripción de este fascista prototípico no ayuda mucho a clarificar la forma en que la agitación anarquista de fines del siglo XIX y principios del XX fue abortada por fascistas que astuta, y trágicamente, adoptaron elementos importantes de la atracción que ejercía el anarquismo para la clase obrera. Por ejemplo, el propio Mussolini convirtió, hasta hacerla irreconocible, la concepción antiestatista del sindicato expuesta por George Sorel en un corporativismo fascista ultraestatista.

Al avanzar la película uno cae en la cuenta de que el meollo central del asunto se llama Tripolina, la prostituta de la que se enamora Tonino, lenta pero progresivamente, y que acusaría el clímax final de la ficción; además de motivar el tema central de la película. Amor y anarquía entrarían en conjunción al horizonte inmediato del protagonista Tonino cuya estrechez mental no solo no alcanzaría a conocer, menos aún comprender, los postulados anarquistas sino que no lograría visualizar una solución real a la problemática de sus mundanos celos en relación a la prostitución. He ahí otro tópico espinoso que con lírico sarcasmo logra abordar Wertmuller. La opinión anarquista sobre la prostitución sufrió gradualmente un cambio radical; para el misógino Proudhon, la prostituta se transformó en el decididamente negativo modelo para cualquier mujer emancipada, mientras que Emma Goldman llegó a la conclusión de que el “tráfico de mujeres” no era una aberración moral, sino algo emblemático de la esclavitud laboral capitalista. En cuanto a la cineasta italiana, ella no asume un rol pedagógico o moral sino que nos tiende una mirada lasciva del asunto. Tonino no cuestiona abiertamente en ningún momento la condición de aquellas mujeres, se limita a observarlas casi desinteresadamente. Pudiera parecer aquella clandestinidad sexual como una extensión de la propia clandestinidad política del protagonista. Pero incluso esos pasajes de comedia y guiño malicioso logran dejarnos algo: detrás de aquellas tristes canciones, bocas pintadas y espejos ovalados casi no hay esperanza, es todo tristeza. La prostitución se asume con triste desesperación tanto como se asume la misión por parte de Tonino.

Tonino no lograría remediar los problemas que le afligen: aceptar el triste empleo de Tripolina para amarla completamente y tener la sangre fría suficiente para no ser sólo un espantajo –o una farsa- de “maníaco tirabomas” con revólver. La película concluye con algunos momentos de comedia negra afinada con precisión. Tonino después de confesarle sus verdaderos propósitos políticos a Tripolina, confía en ella tanto como de Salomé, para que cumplan la célebre misión de despertarlo a la hora indicada para el atentado. Ellas no lo hacen. El, al despertarse y darse cuenta de lo inevitable, pues se convierte en un manojo de nervios, las golpea, pretende herirlas, acción monumentalmente absurda, llamándolas: “¡putas!” e intenta, en forma suicida y jocoseria, cometer su asesinato a toda costa. Un desmesurado sentimiento de fracaso no logra convencerlo de que los policías dentro del burdel sólo hacían una inspección de rutina. Carga contra ellos y logra dispararles. Su huida corona la tragicomedia, después sería torturado por los fuertes brazos del fascismo que se mostrarían implacables y finalmente tendría un previsible final.

En algún momento se le presentaron dos caminos a escoger a Tonino, a saber: el amor o la anarquía. No es que haya sido evidente o que alguien lo haya presionado para escoger uno u otro camino pero, de todos modos, al final no hubo decididamente una respuesta a la pregunta implícita. Y es que ya desde el momento en que se nos presenta una disyunción parecida algo anda mal. Es como cuando, en una asamblea libertaria se decide a voto, cuando se llega a eso, es que algo está fallando. No se puede decidir en esos términos. Lo mismo sucede con los fines políticos que uno persigue, las ideas que uno tiene y los sentimientos más humanos. ¿Por qué habría uno que escoger? Si es así, es que hay una especie de infiernización de la vida, la propia anarquía se construye a partir de lo cotidiano, de la relación de una persona a otra, si lo llamas amor o como sea, pues perfecto, con tal que no llegues a lo superficial y tonto de una relación convencional. Si uno no está preparado para entender cosas como ésta, pues tendrá un final parecido al de Tonino o una vida de tragicomedia, engañado siendo, como Tonino, un asesino anarquista encantadoramente incompetente o algo parecido. Y no me hablen de amor libre; porque, como dijera Rafael Barret, “sino es libre no es amor”.

Lucho Desobediencia

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