domingo, 15 de noviembre de 2009

EL DESEO QUE CREA Y ARREBATA



EL DESEO QUE CREA Y ARREBATA
Alcances sobre erotismo y anarquismo


A menudo, como suele suceder muchas veces, conceptos como el erotismo, la pornografía y la sexualidad son usados ligeramente y con poca profundidad y, además, y por otro lado, cuesta ligarlos a lo libertario, a lo anarquista, sin los ropajes del prejuicio o la ortodoxia limitante-militante. La palabra erótico viene de la expresión griega eros, que alude a la personificación del amor en todos sus aspectos. Eros, nacido del dios Caos, representa el poder creativo y la armonía. Entonces, cuando se habla de lo erótico, en primer término, se habla de una afirmación de la fuerza de vida como energía creativa. También hablaríamos de sensualidad como algo ligado casi exclusivamente al término en cuestión.

Pero también el erotismo es un brote exacerbado del deseo, entendido en su más amplia acepción.

El deseo, dice el Léxico sucinto del erotismo -en el catálogo de la exposición surrealista de 1959, consagrada justamente a Eros-, “es la tendencia profunda, invencible, y muchas veces espontánea, que empuja a un ser a ‘apropiarse’ de la manera que sea de un elemento del mundo exterior o de otro ser. Esta tendencia culmina y se desarrolla en la sexualidad; pero no se agota sólo en ella, sus modos son innumerables y enigmáticos.

El erotismo es uno de los instrumentos de la libertad; contiene, como lo ha dicho Simone de Beauvoir, “un principio hostil a la sociedad”, y más exactamente a la sociedad autoritaria, cargada de ideas totalitarias. Todos los medios son buenos, dice el Segundo Manifiesto Surrealista, para destruir las ideas de patria, religión y familia. Los surrealistas, dice, no pueden contener la necesidad de “reírse como salvajes ante la bandera francesa, de vomitar su asco en la cara de cada sacerdote, de apuntar contra la ralea de los ‘deberes primordiales’ el arma de largo alcance del cinismo sexual”.

De la amplia gama de registros que van del “cinismo sexual” a ese carácter “erótico-velado” que André Breton reconoce en la belleza convulsiva, la crítica sensible de los surrealistas pulsará múltiples teclas, tanto como caben en el erotismo, suspiros y blasfemias, gritos, silencios y susurros. Habría que atender con atención, también, la obra del Marqués de Sade, apasionadamente reivindicado como “uno de los polos extremos de la rebelión,”, que levanta en “las comarcas sometidas a la supuesta ley divina, a la supuesta ley natural, a la supuesta ley política”, la protesta humana esencial, que es el erotismo y el deseo desenfrenado.

A diferencia de Sade, quien dijera alguna vez “Aborrezco la naturaleza” y desplegara todas sus invectivas ateas con un desparpajo absoluto, Charles Fourier reinventa la vida a través de un erotismo multiplicador, análogo a esa destrucción creadora bakuninista, que desborda la organización económica marxista, cargando a su proyecto de un erotismo, donde el individuo se abandona sin reserva al instante y rompe el maleficio que lo ligaba al tiempo uniforme donde se pueden imaginar amores que valen por sí mismos, despojados de los falsos brillantes que enmascaran los amores civilizados.

Robert Benayoun, en su introducción a la Erótique surrealiste, diría: “La aventura surrealista tiene de revolucionaria (entre otras cosas) que, quizás por primera vez en la historia, ha dotado al sexo de un medio de expresión. El erotismo se expresa directamente, abandona el mundo del silencio. Este sobrepasamiento ilimitado del ser, este naufragio de las referencias que procura el éxtasis, el surrealismo lo ha expresado en términos obsesionantes, en el vértigo automático. Finalmente, en un intento más deliberadamente reivindicativo, asegurando lo que se ha podido interpretar como la unidad del espíritu y del deseo”.

Emile Armand, el anarquista individualista francés y entusiasta promotor del amor libre, recalca que la verdadera emancipación sexual consiste en insistir en la consideración de los deseos sexuales como algo natural y sugiere el libre albedrío para determinar nosotrxs mismxs qué puede ser obsceno e inmoral, enfatizando en la relatividad de los juicios convencionales. Critica los prejuicios que rodean las variadas manifestaciones de la vida sexual, en particular; y dice: “No se puede concebir que haya algo de malsano en contemplar el espectáculo de un acoplamiento de dos seres o las caricias que se prodigan”; para agregar luego: “En todos los dominios, la expresión y el espectáculo suscitan deseo. No es más "obsceno" el deseo de poseer a una mujer cuya falda permite ver una pierna bien torneada que el de codiciar algunas confituras, que mirar con fruición un árbol cargado de excelente fruto o instalar un corral de aves después haber observado a una gallina poner su huevo”. Un entendimiento más amplio y anarquista de lo que podría ser un erotismo sin reservas.

Se habló, líneas arriba, de lo sensual como factor atendible para definir al fenómeno erótico. Y, claro, esto se refiere a la propensión excesiva a los placeres de los sentidos. Más allá, de lo que se puede decir a partir de lo que son las definiciones en sí, considero que lo erótico refuerza no sólo la capacidad de goce con respecto a la sexualidad, sino que estimula los sentidos, de manera abierta y audaz, para reconocernos en las experiencias diversas con plenitud. Un auto-reconocimiento, un recordatorio de nuestra capacidad de sentir, de amar, de ver todo con otros ojos, de bailar, de examinar una idea, de escribir un poema, de caminar, de interpelar; en fin, el mismo reconocimiento que nos asegura que lo erótico es irrefrenable y totalmente libre.

Lo erótico, como lo lúdico, no puede tener miramientos morales ni empaques superficiales, menos exigencias particulares y espectaculares. Para ambos su fundamento es la libertad. Esta es una de las razones por las cuales lo erótico es tan temido, tergiversado y relegado a un solo ámbito (sugerentes correlatos sexuales a veces ligados a lo pornográficamente comercial o el sólo hecho de empatarlo meramente a lo femenino). Como puede ser la cama. De esto sabía bastante un iconoclasta como Alex Comfort, perteneciente al grupo anarquista Freedom, quien desde la década de los 40 se manifestó a favor de la libertad sexual con la publicación de valiosos libros cargados de ironía, exactitud y crítica. Este aporte de quien fuera conocido como "Dr. Sex", logró apuntalar su propuesta más célebre en el libro The Joy of Sex (1972), donde hablaba sin tapujos de roles (contaba los gustos de la mujer), de homosexualidad masculina y femenina, de swinging y sexo en grupo, de juguetes para el amor, de posturas, lametazos y succiones, de introducciones y sexo anal, de prácticas sadomasoquistas y de fetichismos; con un espíritu libertario e inconformista de alguien que reconocía también que “el sexo es divertido aún”.
No quiero adentrarme en los recovecos de los sexual-específico o en algunos estudios que lindan más con lo aburrido donde los especialistas son los analistas más inútiles; simplemente quiero dar cabida a lo que Comfort refiere y que desliza risueñamente: Juego y erotismo reconocidos en la libertad y como amplificadores de la misma.

Hay que despeinarse un poco. Y llevar esa pasión insurreccional a todos los aspectos en los cuales se puede ejercer alguna libertad re-creadora. Mirar con ojos eróticos, respirar erotismo y libertad.

El reconocer el erotismo en nuestras vidas nos puede dar la energía para procurar cambios en este podrido sistema que ya, de por sí, reprime sistemáticamente los deseos y empaqueta la sexualidad.

Lucho Desobediencia