jueves, 19 de noviembre de 2009
Cravan, el anarquismo provocador
Quien vive más de una vida, debe morir más de una muerte
Oscar Wilde
Solían llamarle Fabian Avenarius Lloyd hasta que decidió cambiarlo por Arthur Cravan. El 22 de mayo de 1887 nacía en Lausana – Suiza, donde permaneció hasta su adolescencia. Cravan era sobrino de Oscar Wilde por parte de su madre y desde ya empezaría a sentir cierto apego y curiosidad por el esteta condenado por recusar los convencionalismos hipócritas de la sociedad europea. Lo consideraría una especie de padre adoptivo a partir de un cinismo que ya sería distintivo en él.
Recorrió casi toda Europa y deambuló por América, en una diversidad de oficios y periplos: fogonero en Australia, leñador en los bosques gigantes de Francia, vendedor de joyas falsas en Italia, cochero en Berlín, viajero con pasaportes falsos durante la primera guerra mundial, recolector de naranjas en California, encantador de serpientes en Nueva York, marinero en el Pacífico, caballero de la industria, minero, aparte de boxeador y poeta a diestra y siniestra. Sus poemas se entendían como golpes al status quo, ataques directos y provocadores de alguien que trascendió la tinta y el papel. En el boxeo también se dice que ganó algún certamen en Francia. En París, alrededor de 1909, es donde comenzaría su etapa más creativa.
Cravan era impresionante, con casi dos metros de altura y más de 100 kilos, y era un tipo que no pasaba desapercibido. Armaba escándalos y era un farsante exquisito. Un aventurero a quien la rancia intelectualidad francesa le parecía denostable y ridícula. Ya, para ese entonces, había recorrido lugares de poca reputación como salones de baile, bares y clubes nocturnos, contando historias inverosímiles y vestido para escandalizar: zapatos desparejados, esmóquines mitad verde mitad rojo y otros atuendos chocantes. Entre 1912 y 1915 fue editor y único redactor de la revista Maintenant (Ahora), la cual llegó a salir en seis ediciones, cada entrega llevaba consigo una explosiva carga de críticas a personajes y celebridades literarias, lo que alguna vez le hiciera padecer la cárcel. Las páginas de esta revista también le valieron, entre otras cosas, para que se dijera de él, que desde allí lanzaba golpes de pegador profesional y golpes bajos de peleador callejero. Una provocación de poesía y box plasmados en fragmentos poéticos como este: “Todo contra el mundo / hasta el corazón / hasta la vida misma / si valiera la pena morirla”.
Cravan dijo alguna vez que había que tomar los teatros la fuerza y llevar el puñetazo a la lucha artística. Y a la vida, pues en una ocasión anunció su propio suicidio en público para después acusar a los curiosos de voyeuristas, ofreciendo, entonces, una charla detallada sobre la entropía. Por aquella época y en uno de sus inagotables viajes conoció finalmente a su tío Oscar Wilde, quien no se salvó de sus impresiones: “Y entonces vi a Wilde: un viejo de barba blanca, pelo blanco... ¡pero era él! Me llené de tristeza. ¿Cuántas veces no me había entretenido yo imaginándome a Wilde? Siempre lo veía joven, triunfante; no podía visualizarlo como un hombre mayor. ¡Y cómo era posible que después de haber sido poeta, adolescente, se hubiera reducido a un pobre viejo! ¿Así de terrible puede ser el destino?” “Allí sentado, parecía un elefante; no le cabía el culo en el sillón... Es un milagro que con semejante figura pueda ser un poeta. Me fascinaba esa especie de bestia gigantesca. Y me lo podía imaginar cagando como un hipopótamo”.
También llegó por Barcelona, allí ofició de boxeador y profesor de pugilismo. Y se encargaría de retar al campeón del mundo de entonces, Jack Johnson, a una pelea que se desarrollaría en la plaza de toros de Barcelona el 23 de abril de 1916. Grandes carteles anunciarían que el poeta “hablará, boxeará y bailará”. Una performance inolvidable daría a Cravan el dinero que necesitaba (de tan promocionado espectáculo) para enrumbarse por otros lares. Francis Picabia opinaría: “Prefiero a Arthur Cravan que dio la vuelta al mundo durante la guerra, perpetuamente obligado a cambiar de nacionalidad para escapar a la estupidez humana. Arthur Cravan se disfrazó de soldado para no ser soldado, hizo como todos mis amigos que se disfrazan de hombre honrado para no ser un hombre honrado”; y sobre su partida: “ También Arthur Cravan ha tomado el trasatlántico. Dará conferencias. ¿Se vestirá de hombre de mundo o de cowboy? Al marcharse se inclinaba por el segundo atuendo y se proponía hacer una impresionante entrada en escena: a caballo y lanzando tres disparos a la araña de cristal”.
Así llegó a Nueva York y no tardó en vincularse con la intelectualidad local, para despreciarla y ridiculizarla, es así que, invitado para dar una conferencia en la Grand Central Gallery, un Cravan, histérico y alcoholizado, no tardó en desnudarse y denunciar de manera iconoclasta la convencionalidad artística. Alcanzaría a decir: “Dentro de poco en la calle sólo se verán artistas y será dificilísimo encontrar un hombre”. Pero lo que encontraría, sería otra vez la cárcel. Mina Loy, una poetisa de carácter libertario, sería su compañera durante esos días. Ya la vida (con los embates económicos y la miseria) lo golpea con más fuerza, pero aún así logra establecerse en Veracruz, México. Mina Loy recordaría esos momentos: “El mejor momento de mi vida es cualquiera de los que pasé con Cravan; el peor, todos los demás”. Lo último que se supo claramente es que Mina Loy lo esperaría en Argentina para que Cravan nunca llegue finalmente... Se habría embarcado en una pequeña barca en el golfo de México en 1920... y su desaparición aún se comenta...
Nos dejaría entre otras obras, trazos insurrectos como estos:
“Quisiera estar en Viena y en Calcuta.
Tomar todos los trenes y todos los navíos,
Fornicar con todas las mujeres y engullir todos los platos.
Mundano, químico, puta, borracho, músico, obrero, pintor, acróbata, actor;
Viejo, niño, estafador, granuja, ángel y juerguista; millonario, burgués, cactus, jirafa o cuervo;
Cobarde, héroe, negro, mono, Don Juan, rufián, lord, campesino, cazador, industrial;
Fauna y flora:
¡Soy todas las cosas, todos los hombres y todos los animales!”
Y, sobre todo, una extraordinaria capacidad para cuestionar la autoridad mediante el sentido del humor, una conciencia apátrida (“Me daría mucha vergüenza dejarme arrastrar por un país”), las fibras de una estética humana (“La gente embrutecida sólo sabe ver belleza en las cosas bellas”)y los remezones de un iconoclasta salvaje (“Que se sepa de una vez por todas; no quiero civilizarme”). Finalmente para Cravan el arte como “expresión de una sociedad podrida” (ese Arte de museos reverenciados y de cloacas) debe ser desplazado por acciones individuales con una estética de envergadura subversiva, hacer poesía con la vida y atacar las instituciones con sus templos, palacios y librerías, “donde todo se confunde y, aunque nuevo, está lleno de polvo”.
Lucho Desobediencia
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