viernes, 27 de noviembre de 2009

EL MONSTRUO ANARQUISTA




El monstruo anarquista


Johann Most (1846-1906) nació el 5 de febrero de 1846 en Augsburgo (Alemania). Hijo ilegítimo de una empleada doméstica y un oficinista de bajos recursos. Fue sometido a severos castigos desde temprana infancia, los culpables: sus padres y sus profesores, la familia y la educación. En especial detestaba a uno de sus profesores, del cual dijera alguna vez: "Detras de su sillón se exhibía toda una colección de instrumentos de castigo: varas, correas, cañas, látigos, cuerdas de violín trenzadas, etc. Cuando decidía llevar a cabo alguna ejecución pasaba siempre un rato delante de su caja de torturas, pensando cuál podía ser el castigo más efectivo para el pecador en cuestión". La vida dura le obligó a trabajar desde temprana edad, quizá también ésta sería una forma de escapar a estos escenarios grotescos, agarrándole cariño a su oficio de encuadernador en talleres de linotipia.

A la edad de trece años, Most sufre un terrible accidente: una fallida operación a causa de una caries le quitó una parte izquierda de la mandíbula; lo cual le deformó el rostro, circunstancia que lo llevaría a usar, desde ese momento, una tupida barba para ocultar o disimular la deformación que le dislocó la mandíbula hacia la izquierda. Most, quién ya tendría que soportar los crecientes problemas familiares a causa de la nueva madrastra -a raiz de la muerte de su madre-, ahora tendría que padecer futuras humillaciones y padecimientos a causa de una sociedad hostil e intolerante. Intolerancia manifiesta frente al diferente, al extraño, tanto como a las personas con facciones del rostro que desentonen con el ideal de belleza y asimetría.

Más adelante, joven aún, reparó que su aspecto devino en obstáculo para conseguir otros trabajos: "Cada vez que tenía una experiencia de este tipo me invadía una cólera sin límites. Entre otras cosas pensaba en el suicidio, a menudo sentía el normal odio a la humanidad, pero finalmente me resignaba siempre a afirmarme como vagabundo. Es muy probable que así hubiera seguido para siempre de no haber sido arrastrado oportunamente al torbellino del movimiento obrero". Hacia 1860 viaja a Suiza en donde se afilia a la sección de Zurich de la Internacional, entrando en contacto con grupos e ideas socialistas. Comienza a leer a los clásicos del socialismo, llamándole la atención, en primer término, los anarquistas. Ya en Austria - entre los años 1869 y 1871- es detenido varias veces, como parte de su labor de propagandista y agitador. Entonces, regresa a Alemania.

Por esos años -la última parte del siglo- comienzan a aparecer facciones anarquizantes dentro de la socialdemocracia alemana. Most recalaría, en algún momento, en aquellas huestes, siendo elegido dos veces al Reichstag (Parlamento alemán); pero descubriendo en muy poco tiempo agudas y flagrantes contradicciones dentro de ellas. Le parecía concretamente que posiciones como esa no podrían llevar a otra cosa que no sea un reformismo sin salida y que el parlamento fue sólo un "teatro de marionetas". También entra en contacto con Eugen Dühring, vapuleado por Marx y Engels, de quien retoma esa especie de doctrina "socialitaria ácrata". Justamente la defensa de éste en detrimento a las críticas de los fundadores del comunismo le valió la confrontación y la enemistad con Marx. Su completa ruptura con la socialdemocracia coincidió con el régimen de leyes anti-socialistas en Alemania debido al atentado que sufrió Bismarck. Era 1878 y ya era expulsado de Alemania, entonces toma el rumbo hacia Londres.

Lo primero que hizo al llegar fue sacar a la luz un periódico, en un principio con los reparos de publicación clandestina y con varios nombres, el cual finalmente se llamó Freiheit (Libertad) de corte anarquista colectivista. Este periódico -de discurso virulento e incendiario, pero profundamente libertario- logró influir en sindicatos de Austria, Bohemia y Hungría, tanto como en los revolucionarios de Alemania y en el exilio. Freiheit logró rebasar las fronteras cuando -por las mismas circunstancias políticas- siguió publicándose en Nueva York. Most, a su llegada a América, comenzó inmediatamente su labor de agitador. Allá entra en contacto con organizaciones revolucionarias, en las cuales militaban anarquistas como Miguel Schwab, Albert Parsons y August Spies, quienes -los útimos dos- serían finalmente ahorcados en la lucha huelguística por la jornada de las ocho horas. Johan Most denuncia la brutalidad del hecho sangriento y la monstruosidad de la represión, lo que le valió finalmente un encierro. A pesar de todo sus ideas no lograron propagarse en gran medida en América, salvo los inmigrantes. Quizá fue un punto trágico en la vida de Most. Alexander Berkman -quien lo conoció personalmente- lo recuerda en esos años difíciles: "La completa indiferencia por parte de los trabajadores, el escarnio, el odio y las persecuciones llenaron de amargura su espíritu en tal medida que difícilmente la haya experimentado ningún otro en el terreno de la lucha social. La prensa americana - la más corrompida del mundo entero - lo convirtió durante largos años en el objeto de su escarnio, y la policía no dejó pasar ninguna oportunidad para maltratarlo". Sobre su experiencia en la cárcel, dice Berkman: "Cuando ingresó por primera vez en la Blackwells island, las autoridades de la prisión convinieron en privarle de su barba; debido a su físico poco atractivo se le llenó con toda clase de insultos y se hizo una costumbre la exhibicion del "odioso monstruo anarquista" a los visitantes de la cárcel".

Por aquellos años (1888 en adelante) Most comentaría que cada vez se sentía más anarquista y ponía en práctica su extraordinaria elocuencia abrazando completamente las doctrinas del comunismo anarquista. Freiheit nunca paró de publicarse hasta los últimos días de Most; pero ya comenzaba a darse cuenta de muchas cosas, principalmente, de la efectiva concienciación de los trabajadores pero a través de tácticas libres de dogmas e insensateces radicales. Comenzaba a favorecer la pedagogía y las estrategias revolucionarias pero bajo principios formativos, por lo cual ya condenaba cualquier indicio de violencia gratuita y falsamente revolucionaria. Esta influencia, en el útimo tramo de su vida, marcó el inicio de la IWW (Industrial Workers of the World), organización representativa con años históricos de lucha sindicalista.

Su obra "La Bestia de la Propiedad" (1883) es de destacar. Comienza brillantemente: "De todos los animales de presa el hombre es, sin lugar a dudas, el peor. Esta expresión, muy conocida en la actualidad, solo es relativamente cierta. El hombre en relación con la riqueza es un animal de presa, más no lo es el hombre en sí mismo. Cuanto más rico es un hombre, más grande es su codicia, a tal monstruo le podemos llamar "la bestia de la propiedad". Es ese hombre el que dirige actualmente el mundo, el que hace miserable a la humanidad y aumenta en crueldad y en voracidad con el progreso de nuestra supuesta civilización". Y no sólamente ésto, también existe un sometimiento del que poco tiene frente a la riqueza abyecta: "Por ello, el hombre pobre tiene, por fuerza de necesidad, que someterse a aquellos que poseen estas cosas en abundancia. Y ¡vean Uds.!, los ricos le darán el permiso de seguir existiendo. A cambio de ello, el hombre pobre tiene que despojarse de su competencia, de su habilidad y de su fuerza; de ahora en adelante estas cualidades estarán a disposición de sus pretendidos salvadores que los meterán bajo el yugo del trabajo; exigiéndoles el más alto grado de sus facultades mentales y físicas para producir nuevos tesoros, que de todas maneras, no podrán poseer". El dinero y el ansía de riqueza son analizados descarnadamente y sin tapujos en una sociedad hipócrita y lucrativa donde la vida del pobre no vale nada, donde todo es cuantitativo, un egoísmo a mansalva.

Los que gozan de mucho dinero, de bienes, de propiedades, buscan finalmente cargos que les aseguren capacidad irrestricta de poder, de mando, de gobierno, todo esto bajo condiciones necesarias promovidas por ellos mismos: "La sed de riqueza y la sed de poder son gemelas. La riqueza no genera únicamente más riqueza, sino que da luz también al poder político. Bajo el sistema capitalista actual la venalidad es un vicio generalizado. La regla se resume al precio que hay que pagar para comprar a aquellos que, a través de sus discursos o su silencio, por la pluma o por los medios de comunicación, por sus actos de violencia o todo otro medio, se ponen al servicio de la bestia de la propiedad que por sus dictámenes en oro, sigue siendo el poder absoluto, la verdadera divinidad". El hambre aparece como un látigo voraz que impulsa a someterse a esta bestia. La respuesta de Most sería una sociedad libre basada en comunidades autónomas e independientes con redes de federaciones para sostener así otro tipo de relaciones más justas y sisnceras. Esta crítica se completa en los libros "El Monstruo social" y "La pestilencia deísta", en los cuales el discurso también se torna vigoroso y llamativamente elocuente. Estas cualidades madurarán aún más en los últimos artículos suyos publicados en Freiheit.

A los 60 años muere - a causa de una erisipela facial- Johann Most (17 de marzo de 1906) y este es nuestro pequeño homenaje recordatorio al libertario, al hombre que siempre estuvo dispuesto a aprender de sus errores, a 100 años de su muerte, y qué mejor que recordarlo (siempre al libertario y al hombre) en palabras de la compañera Emma Goldman, a quien conoció por mediación de Alexander Berkman: "Era de estatura media, con una gran cabeza coronada con una espesa cabellera gris; pero su cara se hallaba torcida por una aparente dislocación de la mandíbula izquierda. Sólo sus ojos resultaban tranquilizadores; eran azules y simpáticos. Most me llevó al Grand Central en un carro. En el camino se me acercó. Algo misterioso me conmovió. Era la infinita ternura del niño-hombre a mi lado. Cómo se sentaba ahí me sugería un árbol robusto, torcido por los vientos y las tormentas, haciendo un último supremo esfuerzo por estirarse hacia el sol. El luchador a mi lado, ya lo había dado todo por la causa. Pero ¿quién había dado todo por él? El estaba hambriento de afecto y comprensión. Yo le daría ambas cosas".

Lucho Desobediencia

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