domingo, 17 de enero de 2010

PRADA LIBERTARIO (1)



Prada libertario (1)

“La anarquía es el punto lejano y luminoso hacia donde nos dirigimos...”
Manuel González Prada


Hace unos meses, exactamente en julio, recordábamos algunos el tiempo transcurrido a partir de la muerte de Manuel González Prada; a eso suelen llamarle aniversario, el 85 aniversario de su muerte. Si existiera la inmortalidad y todos los fuéramos, Manuel González Prada seguiría transitando esa evolución teórica en forma autocrítica, tan conocida en él. Quizá comprendería a cabalidad el por qué de nuestra negativa a llamarlo Don Manuel, pues sonaría muy lejano y propio de quienes sólo quieren almidonarlo en una biblioteca o en un panteón. Quizá preferiría que lo llamemos solamente Prada, el compañero Prada, como sabemos quienes lo conocemos. A lo mejor seguiría sorprendiéndonos con su prosa en algún periódico de esos, de corto tiraje pero de gran coraje; algún periódico anarquista o en algún panfleto que probablemente terminaría como aquellas hojas perdidas, de gran valor pero perdidas, que el tiempo deshace en mil fragmentos como las múltiples identidades a las que recurría Prada.

Acudir al personaje Prada para muchos “intelectuales” del stablishment no es sino una empresa que los deja finalmente mal parados. Pretenden arropar su ideario, su identidad; el propio Prada se adelantaría a estos, manifestando: “¿Identidad del individuo? Quimera: no somos un hombre idéntico, sino muchos hombres sucesivos. En lo profundo de nuestro ser, todos hemos visto nacer y morir muchas personalidades, todos representamos una larga cadena de individuos diversos y aún contradictorios. Una personalidad nace hoy donde otras murieron ayer: cada uno de nosotros quedaría figurado exactamente por una cuna circundada de sepulcros”. Demás estaría argumentar sobre lo ridículo de un análisis psicológico de Prada. Debates insulsos que no hacen más que discutir sobre si es “resentido, desadaptado o rebelde”. Tampoco sirve, mucho menos, la consideración de rotularlo como “burgués” o “pequeño burgués”, arma desfasada que aún sirve para desacreditar su discurso. Para estudiar a Prada –si es que cabe el término- es necesario conocerlo bien, conocer el anarquismo y el suyo en particular. Ya no es sólo necesario conocer, a medias, una serie de rumores sobre su persona, sobre sus actividades o su familia; tampoco citarlo en demasía e irreflexivamente, como lo hicieron algunos.

Rodolfo González Pacheco, responsable de uno de los periódicos anarquistas más importantes de la Argentina de comienzos de siglo XX: La Antorcha, en “Meta y metal!”, uno de sus Carteles, refiere acerca de Rafael Barret lo siguiente: “No acaba de comprenderse al anarquista. Y esto se debe –parece una paradoja- a su propia sencillez, su rectitud, su coherencia”. Palabras que también, y no sería de otra forma, podrían aplicarse fácilmente al Prada anarquista. Además, tanto en Barret como en Prada se puede observar en su ideología anarquista una evolución que muchos no comprenden: desde un individualismo radical en el que confluyen tanto rasgos vitalistas e irracionalistas de cuño nietzscheano como elementos de un liberalismo , hasta llegar a un anarquismo solidario plenamente asumido.

El mismo González Pacheco, en otro de sus Carteles, remarca, además, la importancia de un libro como Anarquía, “...tan eficaz y caliente como si lo hubiera escrito hoy, madurado al fuego de las contiendas actuales, no sólo contra el Estado, sino contra las flamantes dictaduras de la derecha y la izquierda. No hay una página muerta; todas siguen peleando”. Leyendo a Prada advertimos una tensión , una lucha interior a manera de desgarramiento. Es esto evidente a lo largo de toda su obra ensayística. Habría que valorar con exactitud, justamente, una de las etapas mas controversiales del anarquista, la posterior a la guerra con Chile, pero atendiendo aquella tensión. Así que quienes pretendan ubicar a Prada en el marco de la “Historia” y de la nación peruana no cesan de resbalar. Decía Prada, en Pajinas libres: “Nada tan hermoso como derribar fronteras y destruir el sentimiento egoísta de las nacionalidades para hacer de la Tierra un solo pueblo y de la humanidad una sola familia...”. Angel Cappelletti nos alumbra al respecto, pues nos recuerda, por ejemplo, que se trataría de un nacionalismo “exógeno”, ese que algunos “toman” y manipulan de los principios de su obra. Todo esto ya en el transcurso de su evolución socio-política. Esto es lo que no terminan de comprender los “estudiosos” de Prada. Es que si sólo se mencionan como influencias por el lado del evolucionismo a Darwin, y no a Kropotkin o Eliseo Reclus; por el lado del positivismo a Comte, y no a Spencer; o por el lado de la voluntad a Engels (¡?), y no al propio Errico Malatesta, no se consigue ,al menos, acercarse al anarquista.

Cuenta la historia, y no la Historia (oficial), que en el año 1925 apareció en el medio un volante invitando a los obreros a un acto en homenaje a Manuel González Prada en el local de la federación de motoristas y conductores, pero fue en realidad un homenaje a Lenin. El discurso de orden corría a cargo de José Carlos Mariátegui; quien, con ladina sapiencia marxista, dijo que Lenin había sido uno de los mártires del Zar de Rusia y que estuvo preso en Siberia por dos años; cuando, de pronto, un anarquista le increpó manifestando que habían sido fríamente engañados. No se trataba de un homenaje a Prada, y dudo que los haya sinceros, sino de todo lo contrario: de enterrar su pensamiento. Mariátegui, en ese entonces, perdió los estribos y se armó un alboroto, para lo cual funcionó el temple autoritario de Mariátegui. Al margen de la táctica perversa del marxismo, lo que trato de demostrar con esta anécdota es sólo una actitud, la de Mariátegui. Aquel que le llamara “maestro” o “primer instante lúcido en la conciencia del Perú” se convirtió después en “leve” crítico de Prada y en un sucedáneo aprovechador del nombre de éste. Así, Mariátegui acusa ligerezas como éstas: “Leyendo sus discursos y sus artículos se nota que González Prada carecía de estudios específicos de Economía Política” o “Pero no pudo trazar a su falange un plan de acción. Su espíritu individualista, anárquico, solitario, no sería adecuado para la dirección de una vasta obra colectiva”. Mariátegui restaba mérito a Prada por su prosa. Argumentaba que sólo tenía vena literaria, cuando lo más probable era que éste envidiara su estilo. Obviamente Mariátegui desconocía el ideario libertario de Prada, pues repetidas veces, muerto Prada, señalaba al anarquista como sólo un teórico, más verbo que acción. Desconocía meridianamente que para el anarquismo no hay diferencia entre el qué hacer y el qué pensar, sino que es un continuo trasvase de la teoría en la acción y de la acción en la teoría. Muy probablemente, el “Amauta” buscaría desacreditar a Prada para hacerse cargo de aquella “dirección” de la clase obrera a la que se refería.

En 1948, en la “Casa del Pueblo” del partido aprista, se preparó un homenaje a Manuel González Prada. En el programa de la ceremonia estaba como epílogo las palabras de la viuda. Al comenzar sus palabras, Adriana de Verneuil, sorprendió con estas palabras; “Doy gracias a Dios por haberme permitido celebrar el centenario de Manuel”. La gente congregada no salía del asombro al escuchar estas palabras; cuando, en medio del suspenso público, aclaró mirando a Haya de la Torre: “Eso de Dios lo he dicho por usted”. Esta otra anécdota testimonia la manipulación de la figura de González Prada, ya muerto, por parte de los apristas, en este caso particular, cuando hay poco o mejor dicho nada de similitud. El Superintendente de Banca y Seguros del corrupto régimen aprista de Alan García, Hugo García Salvatecci, en uno de sus inconsistentes trabajos en relación al anarquismo en el Perú, manifiesta: “Pienso que si se desea hacer un estudio completo sobre el origen de la primera ideología aprista habría que remontarse forzosamente a La Protesta y a las postrimerías del movimiento anárquico peruano”. Desliza la posibilidad de ser –los apristas como él- continuadores de la construcción de una conciencia crítica y se “cuelgan” del auge del anarco-sindicalismo en el Perú. García Salvatecci se refiere a una defensa de parte de uno de los redactores del periódico La Protesta, por motivos determinados y en un momento particular, al Haya perseguido y en prisión cuando, al parecer, nada hacía prever su posterior actuación. Después el mismo periódico corregiría, al menos parcialmente, su actuación. Se trata del mismo periódico anarquista que defendió a Prada en momentos de acusación. Este es un hecho clave en lo que se refiere a lo errado de ligar anarquismo y aprismo, o mejor dicho Partido Aprista. Aquel joven muchacho que conoció al Prada bibliotecario y se acercó como muchachillo periodista admirador y nervioso, al morir Prada, no tardó en convencer a la viuda para que él mismo, Haya de la Torre, y Luis Alberto Sanchez sean a la muerte de ésta, los herederos de los bienes de Prada y los únicos autorizados para hacer trabajos con los documentos de la familia Prada. Es así que el “Partido del pueblo” siguió intentando apoderarse de la figura de Prada, Sanchez sacaría las Obras Completas de González Prada y varios trabajos con, más que todo, anécdotas y datos de poca monta. Muchos dicen, por ejemplo, que el Don Manuel, libro de Sanchez, es copia de Mi Manuel de la viuda. García Salvatecci, mucho tiempo después de sacar un, medianamente bueno, trabajo sobre Prada; sacaría uno de mediocrísima factura, con lo mismo sólo que peor. Ahí menciona sandeces como que Prada “le inculcó el amor a la patria” u otras, torpemente militantes como: “si en nuestros estudios hay algún aporte, se lo debo a mi Partido: He estudiado al Anarquismo como vertiente principal del APRA...”. Tantos años para confirmar que este pobre tipo nunca entendió a Prada libertario.

Por otro lado, y reincidimos en mencionar esto, hay en González Prada una evolución interior, un proceso de desarrollo, que también recae sobre su concepción de lo religioso. “Tan metafísico y teólogo es un hombre al afirmar la existencia de un Dios como al negarla. La verdadera filosofía consiste en dudar”. “Sobre las cosas dudosas como Dios y nuestro destino, el verdadero pensador no vive aferrado a creencias fijas sino fluctuando entre opiniones sucesivas”, dice Prada. Aquella maduración y superación de ideas desborda aquel ateísmo simple que se le atribuye. Prada era un tipo muy agudo y perspicaz como para caer en absolutos totalitarios. Sería muy peligroso, también, a la vez que poco acertado, determinar que hay un sistema filosófico (la inmanencia) que serviría para organizar todos los aspectos de su pensamiento. Craso Error, esto sería tan penoso como defender un ateísmo simplista donde no lo hay. Las especulaciones de Thomas Ward en su trabajo La Anarquía inmanentista de Manuel González Prada son poco acertadas. Demás está decir que desconoce la vigorosa influencia de Eliseo Reclus en relación a los conceptos de Evolución y Revolución. Prada está muy lejos de ser solo un nihilista con marcada vocación destructiva. Quizá Ward tendría que revisar conceptos claves como socialismo y anarquía, nihilismo y anarquismo; o entender el ateísmo y el agnosticismo en relación a la anarquía. Fracasa, en relación a Prada, tanto o más, como Gerardo Leibner, aquel investigador de La Protesta y la “andinización del anarquismo en el Perú”, refiriendo que Prada no logró una síntesis entre su radicalidad criolla peruana y su anarquismo, deslizando una carencia en Prada, que no existe: pues no existe un anarquismo peruano como síntesis, y tampoco creo que esto le quite el sueño a cualquier anarquista apátrida No podemos dejar de lado al “atinado” periodismo. Los artículos sobre Prada no hacen sino cansarnos, como aquel publicado este año en el Diario El Peruano. El autor, un tal Robert Medina Pecho tituló su artículo: Del Liberalismo al anarquismo. Este artículo, recordatorio de los 159 años del natalicio de Prada, no es sino más de lo mismo. Se habla de González Prada sólo como escritor puntilloso, periodista y político. Casi todo el artículo gira en torno a algunos detalles de su educación, el “trauma de la guerra” y en el último apartado, “la propuesta”, sólo se habla de su anarquismo en un par de párrafos. Esto es ilustrativo en relación al periodismo. Si es que existe una labor periodística en Prada, sería parecida a la de anarquistas como Rafael Barrett o Ricardo Flores Magón, que además de poseer prosas estéticamente similares, también actuaron sin trabas jerárquicas y con puño firme al margen de la línea periodística de cualquier publicación. Con el mexicano Flores Magón, incluso, los une su tránsito de una formación positivista cercana al anarquismo kropotkiniano y un liberalismo político económico al anarquismo que ambos optaron abiertamente casi simultáneamente. Ambos entenderían en su propia experiencia que el Estado, origen y meta de la actividad política , es una superestructura fundamentada en el capital y en intereses contrarios al anarquismo. Prada y Flores Magón asumieron, por su propia cuenta y riesgo, que la verdadera lucha no es la que se da entre una doctrina política y sus enemigos sino la que se da entre lo autoritario y lo libertario. El historiador libertario Max Nettlau, refiere al respecto de Prada: “Fue categórico en su lucha contra el concepto de autoridad y, en mi opinión, de manera persuasiva. Su obra como la de Rafael Barrett, me demuestra el valor de estos anarquistas que propagaban sus convicciones directamente, sin sentir presión alguna por parte de los gremios o agrupaciones. Tales hombres van derecho contra el concepto de autoridad, al que desmenuzan con un razonamiento absoluto y lo inutilizan sin piedad”.

Esta sucesión de visiones pagadas de errores son como aquel monumento a Prada en la avenida Javier Prado. Es decir mera fanfarria ceremonial, puro vacío intelectual e institucional que no lo comprenden ni en lo más mínimo. Si es que Prada fuera inmortal –y lo es su pensamiento- los acusaría con su dedo implacable y su pluma vigorosa. Caería en la cuenta que no se trata sino de un mal generalizado y, como en el desencantamiento de su poemario Trozos de vida, les volvería a decir con tono misántropo al lado de la muerte: “Al puede ser de la tumba / Voy sin pena ni temores / Con el asco por la vida / Con el desprecio a los hombres”. Y es que no se entiende al anarquista, a Prada libertario.

Lucho Desobediencia

1 comentario:

  1. Una precisión: Hugo García Salvatecci nunca fue ministro de Alan García. Fue Superientendente de Banca y Seguros y se opuso a la estatizacion de la banca. Nunca mas recompuso la relación con Alan García.

    ResponderEliminar