domingo, 17 de enero de 2010

POE, MALDITO POE










Poe, maldito Poe



Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza



Poe nos lleva aun mundo oscuro. Nos arrastra a sus túneles de emparedados y castillos lúgubres. Nos seduce con vocación de asesino y paria. Hijo de Elizabeth Arnold y de David Poe, matrimonio de actores, nació en Boston el 19 de enero de 1809. Su padre desaparece misteriosamente sin que jamás vuelva a saberse de él; su madre muere tuberculosa, y a la edad de dos años él es acogido en el hogar de los Allan, comerciantes de Richmond (Virginia), quienes, sin embargo, nunca llegan a adoptarlo legalmente. La vida en el Sur habría de dejar muy fuerte huella en la formación del niño, a la que no escapa la influencia del folklore negro, folklore de aparecidos, cementerios y cadáveres que deambulan por selvas y montes, y la de los ritmos de la gente de color.

En 1815, los Allan viajan a Inglaterra y Escocia, cuyo folklore también habría de influir en Poe durante sus primeros años de escuela. Al regreso comienza a escribir en secreto algunos poemas, que le ocupan más y más tiempo hacia 1823 y 1824, época en que conoce a Helen Stanard, de quien se enamora. Este amor desdichado habría de marcar toda su vida, y se convertiría en el molde, en el esquema básico de muchos amores similares: Helen, inalcanzable, madre de un condiscípulo, enloquece poco después y muere.

A los 18 años, Edgar marcha a la Universidad de Virginia, dejando a su novia, Elmira, de quien sus padres y los Allan lo alejan mediante engaños. En la Universidad, a tono con sus condiscípulos, gasta mucho dinero en el juego, y además bebe; pese a que es un alumno brillante, John Allan se niega a solventar sus gastos, que juzga excesivos, pretendiendo que Edgar se dedique al comercio. Ante esto, el joven parte a Boston donde publica su primer libro, Tamerián y otros poemas (1827). En 1832, escribe su primer cuento, Metzengerstein, y al año siguiente obtiene el primer premio en un concurso organizado por el Baltimore Saturday Visiter, por su cuento Manuscrito hallado en una botella. A partir de entonces, realiza trabajos periodísticos en diversas revistas literarias, alternando la crítica con el cuento y la poesía.

Los años que siguen serán de permanente oscilación entre la labor creadora, la depresión nerviosa, las crisis de angustia, los amores platónicos y desdichados, pero estarán signados por un denominador común: la miseria. Dos afectos duraderos estabilizarán su vida: el de su prima Virginia Clemm, con quien se casa en 1836, cuando ésta cuenta con 14 años, y el de la madre de ésta y tía suya, que lo protegerá y acompañará siempre. Juntos vivirán una existencia sin arraigo, en casa alquiladas en Nueva York, Boston o Filadelfia. Entretanto Edgar Allan Poe alcanzará una notoriedad cada vez mayor, sin que esto signifique mayor seguridad económica. Alterna ahora sus colaboraciones en algunas revistas; procurándole algún alivio a la angustiosa situación de su grupo familiar, que se desintegra en 1847 al morir Virginia tuberculosa. Esta muerte sume a Edgar en la mayor desesperación: alcohol e ingestión de opio.

Sobre Poe se ha escrito ya mucho, se ha dicho demasiado, yo encuentro en él a un exacerbado amante de la oscuridad, un sujeto cuya corta y contrariada vida estuvo signada por la depresión, la melancolía y una imaginación perversa. Que transitó los caminos del alcohol y las drogas aprovechados incluso éstos para influenciar lo sombrío y fantásticamente imaginario de sus obras.

No pretende ningún tipo de moralización, la dimensión ética se desarrolla así en el discurso, a partir de los recorridos pasionales de los personajes, se orienta a desconcertar, a pervertir el orden, una intencionalidad distinta y molesta, incluso sobre universos de valores emergentes. Poe parece subvertir la clásica estructura con un final moralizante, poniéndonos, sin embargo, frente a un acto de orden axiológico. Dentro de esta ambigüedad, en esa incertidumbre, caben todas las fantasías y excesos: todo es camino, pesadilla, sueño, posibilidad. A determinado nivel no existen héroes ni villanos, ni la literatura ni el arte existen para brindar un efecto normativo agradable que nos lleven hacia un paraíso moral libre de perversidad, más bien nos permiten explorar los recónditos parajes de la conciencia humana, y sin la actitud dogmática de ideologías y religiones.

Poe transita el tema de la moral sin caer en moralizaciones dogmáticas, nos habla a partir de su gato negro o de otros personajes oscuros, sobre la complejidad del ser humano, lo opaco del espíritu y sus variantes. Nos muestra la locura sempiterna de los espíritus libres y rebeldes. Nos muestra que le sensatez en un mundo de idiotas mecanizados es para amordazar. Era un maldito cuya querencia definitiva era subvertir.

Hay un mundo de sueños desesperados esperándonos. De soñadores desgraciadxs y rebeldes. Dice Rudolf Rocker, el anarquista autodidacta alemán, “también Poe era un soñador de esta clase, su espíritu se hallaba siempre ausente de la vida, lejos de los hombres, entregado constamente a los hondos misterios de la eternidad”. Habría que agregar los misterios de la muerte, aquella que parece cabalgar Poe, como aquel personaje sobre su caballo entrando a los fuegos. No hay subversión más absoluta que desafiar hasta la propia existencia misma. Poner en jaque a la muerte y a lo recóndito de la existencia.

Como cuando leemos El pozo y el péndulo, donde Poe nos dice: “Temblando, retrocedí a tientas hacia la pared, decidido a dejarme morir antes que afrontar el horror de los pozos que en las tienieblas de la celda multiplicaba mi imaginación. En otra situación de ánimo hubiese tenido el suficiente valor para concluir con mis miseria de una sola vez, lanzándome a uno de aquellos abismos, pero en aquellos momentos era yo el más perfecto de los cobardes. Por otra parte, me era imposible olvidar lo que había leido con respecto a esos pozos, de los que se decía que la extinción repentina de la vida era una esperanza cuidadosamente excluida por el genio infernal de quien los había cocebido”.

Leamos a Poe cuando la esperanza sea mínima razón o cuenta de algo, cuando nos ahoguemos en un sueño macabro, como en sus relatos, como su poema Eureka, que dedicara “a los soñadores y a aquellos que ven en los sueños la única realidad”.

Poe muere en 1849, en Baltimore, en oscuras circunstancias, una muerte que tuvo mucho de autodestrucción.

Lucho Desobediencia

No hay comentarios:

Publicar un comentario