domingo, 17 de enero de 2010

ACERCA DE LA VIGENCIA DE THOREAU Y LA DESOBEDIENCIA CIVIL



Acerca de la vigencia de Thoreau y la desobediencia civil


“Mis pensamientos asesinan al Estado”
Henry David Thoreau



Henry David Thoreau murió a las nueve de la mañana del día 6 de mayo de 1862. Hace aproximadamente 140 años, y fue el 22 de julio de 1846 que, mientras cruzaba el pueblo en busca de unas botas remendadas, fue detenido y encarcelado por no pagar un impuesto imbécil. Objetó el poder omnívoro del Estado frente a su condición, no consultada, de ciudadano. Efectivamente fue la posición de un hombre libre cuestionando la autoridad establecida y los mecanismos represivos de esa civilización. Thoreau, perspicaz e incisivo, demostró que la captación de esos fondos compulsivos eran derivados a la guerra de Estados Unidos contra México. Entonces, al salir de la cárcel, dictó una célebre conferencia que se divulgó como el Ensayo sobre la desobediencia civil o solamente Sobre la desobediencia civil, texto de exaltada defensa de la libertad individual frente a las injerencias del Estado. Existe incuestionablemente una progresión perfectamente definida en las tres principales declaraciones de Thoreau con respecto al asunto antiesclavista, desde Desobediencia Civil hasta la Apología del Capitán John Brown, pasando por la Esclavitud en Massachusetts. Se trata de una progresión de resistencia al Estado como Institución. En primer lugar, tenemos la resistencia civil o “moderada” rehusando pagar impuestos. En segundo lugar, en la Esclavitud en Massachusetts nos encontramos con la arenga o la exhortación a violar una ley específica y concreta. La tercera instancia de este proceso aconseja la rebeldía abierta no ante una ley específica, sino contra el Estado como tal.

La vigencia de la ideología política de Thoreau queda perfectamente al descubierto en todas sus obras, en general, y en Desobediencia Civil, en particular. Asimismo, su actitud de libertario solidario resulta de una extraordinaria actualidad. Antiimperialista, en el apogeo del imperialismo norteamericano de la primera mitad del siglo XIX; defensor del derecho a pensar por uno mismo, como defensa irreductible ante la avalancha de oportunismo político y compromisos ideológicos; ecologista convencido, en contacto con la naturaleza, cien años antes de los «verdes»; defensor acérrimo de las minorías indias, en proceso de exterminio; antiesclavista convicto y confeso, en plena efervescencia racial que había de culminar muy poco antes de su muerte en el estallido de la guerra civil; defensor del derecho a la pereza, o reivindicador de aspectos creativos del ocio con dignidad, mucho antes de la formulación de Paul Lafargue. Y todo esto hasta límites de un radicalismo que lejos de disminuir con los años, se fue agudizando conforme éstos pasaban: durante dos años, Thoreau se retiró a una cabaña que el mismo construyó en medio del bosque, allí escribió Walden. Por actitudes, como esta, de hombre libre, Thoreau excede largamente todo movimiento ideológico y todas las limitaciones partidarias.

Henry David Thoreau insistía en el factor moral, ante la constatación de la injusticia, la desobediencia surge como un deber de la conciencia. Insistía en la Desobediencia Civil como un deber moral: “El actuar de acuerdo con un principio moral, confirmándose en lo que es justo y poniéndolo en práctica, altera la relación de las cosas y es esencialmente revolucionario en cuanto corta toda relación con el estado de cosas anterior”. Desobediencia al Estado como Sistema, es decir aquella gran maquinaria ciega que convierte a los hombres en simples piezas del engranaje, en súbditos. Dice, toda maquinaria “tiene su fricción pero cuando es la fricción la que llega a tener su maquinaria y la opresión y la injusticia se organizan, no debe mantenerse por más tiempo una maquinaria de esta naturaleza”. Este es el principio moral que inspira la desobediencia civil. Ahora, de lo que se trata es de parar la maquinaria o Máquina del capitalismo recurriendo a lo que podríamos denominar una “microfísica de la desobediencia”, y es que para servir a los objetivos de la Máquina, la gente debe tener unos comportamientos uniformes que permitan que los distintos individuos sean intercambiables. No se necesita gente ni personas, se necesita “personal”. Se necesita masas que trabajen y consuman y que lo hagan, por supuesto, sin cuestionárselo. Por esto es necesario extirpar aquella semilla de pensamiento subversivo, problemático. Se necesita que la gente no piense, que sean meros engranajes, intercambiables, que sigan los dictados de los medios de comunicación: trabajar, consumir, alienarse y volver a trabajar. Estas técnicas de dominación conforman lo que Foucault llama “microfísica del poder”. Se trataría de los mecanismos subrepticios que trabajan en lo cotidiano para que, incluso, se tenga que pedir permiso hasta para pegar un afiche o promover una manifestación. O lo que provoca que las relaciones frente al estado se reproduzcan en la familia sempiternamente autoritaria.

En ese accionar cotidiano, existen distintas formas de boicotear esa gran Máquina como mecanismo represivo. Desde introducir palillos entre sus engranajes o echar arena en el depósito de combustible hasta objetar el menor indicio de autoritarismo o practicar el absentismo laboral. Para funcionar sin problemas, el Sistema necesita la certeza de un orden que reduzca lo imprevisible. Se consuma, así, la certeza de la sumisión de las conciencias de los individuos. A través de la desobediencia podemos complicar su lógica de Pensamiento Unico. Es factible, a mi parecer, responder a la microfísica del poder con una microfísica de la desobediencia ejercida a escala individual. Desobedeciendo, a lo Thoreau, desde nuestra “modesta posición” de individuos y con ese resabio Kropotkiniano de moral, y no de aquella Moral o moralina, proponemos objeción y resistencia frente a todo tipo de cadena. Sólo asumiendo una posición crítica podremos conocer aquel jardín ácrata que inspiró a Thoreau a resistir y luchar, y no condenar a la soledad (“Busco una buhardilla”, sería la primera anotación que registra en su diario), solo objetando la autoridad y transgrediendo seremos libres.
Lucho Desobediencia

1 comentario:

  1. La duda que me surge es sobre la forma de conseguir la desobediencia civil. Desobediencia civil no quiere decir desobediencia individual. Tiene que producirse en conjunto porque si no, termina convirtiéndose en una dispensa individual ante una obligacion grupal. Ahora bien, creer en que el ejemplo individual de desobediencia pueda convertirse en una reaccion grupal basada en valores morales no asegura ningún resultado. Por lo tanto sólo queda el método del convencimiento desde el punto de vista ideológico que provoque una reacción grupal en el mismo momento y oportunidad. Algo parecido a lo que se logra con las redes de comunidades para unificar voluntades en determinadas ocasiones. También han cambiado los objetivos de tal desobediencia, ya que, en momentos como este, en los que el IVA es el impuesto por excelencia en el mundo entero, negarse a depositarlo sería quedarse unos con el impuesto pagado por otros. Agradezco, desde ya la posibilidad de leer entradas como las de tu blog que muestran que las ideologias no han muerto.

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